jueves, septiembre 21, 2006

Bibliografía sobre la Ciudad de los Césares (Liliana Nuñez O.)

Nuestra compatriota, la investigadora Liliana Núñez O. nos ha permitido incluir en nuestro Blog una muy buena bibliografía sobre el mito de la Ciudad de los Césares. Muchas gracias.
A continuación, anotamos la bilbliografía, para quienes deseen transitar por esta alba ciudad, que se dice será vista por todos el Día del Juicio Final.

Acevedo Hernández, Antonio. Leyendas chilenas. (Santiago, 1952)
Alcazaba, Simón de. Expedición de... Carta de Juan de Mori a un amigo suyo de Sevilla que fue con Magallanes (1535), en Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Tomo VI (Santiago, 1881) 559-576.
Alcedo, Antonio De. Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales o América en la Imprenta de Benito Cano. Véanse las voces: Césares, Puyegue, Tierra Magallánica, Huanahue, Nahuel Huapi y Osorno. (Madrid, en la Imprenta de Benito Cano, 1786-1789) 5 Vols.
Alegría, Fernando. 1942. Leyenda de la Ciudad pérdida.
Amat y Junient, Manuel de. Historia Geográfica e Hidrográfica con derrotero General correlativo a1 Plan de el Reyno de Chile..., en Revista Chilena de Historia y Geografía. Nº 53, 297-344; Nº 55, 425-458; Nº 56, 360-401; Nº 57, 393-432; Nº 58, 407-422; Nº 59, 353; Nº 60, 394-426; Nº 61, 318-333; Ver Nº 61, 328-9 Nº 62, 305-337.
Amunátegui, Miguel Luis. La Crónica de 1810. (Imp., Lit., y Encuadernación Barcelona, Santiago 1911-1912) 3 vols. El volúmen 2 contiene cartas de J. A. de Rojas sobre Manuel de Orejuela.
Angelis, Pedro de. Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna del Río de la Plata. (Imprenta del Estado, Buenos Aires, 1836-7) 6 Vols.
Ainsa, Fernando. De la Edad de Oro a El Dorado. 1992.
Ainsa, Fernando. Historia, Utopía y ficción de la Ciudad de los Césares. 1993
Angelis, Pedro de. Derroteros y Viajes a la Ciudad Encantada o de los Césares que se creía, existiese en la Cordillera, al Sud de Valdivia. (Imprenta del Estado. Bs. As. 1836) Recopilación.
Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Valparaíso : Instituto Hidrográfico de la Armada de Chile, 1875- . v. tomo 14, (1889) p. 3-42. Diario de viaje i navegación hechos por el padre José García de la Compañía de Jesús desde su misión de Cailín, en Chiloé, hacia el sur, en los años 1766-1767. Colección Biblioteca Nacional de Santiago, Chile.
Araya, Hugo. La Ciudad de los Césares (ref. original) 1976. Notas biográficas de religiosos franciscanos de Chile, (Santiago), pg. 130.
Auza, Néstor Tomás. “La Patagonia Mágica” (Bs. As. Ediciones Marymar. 1977) pg. 22
Balmelli, Juan Horacio. ¿Existió la Ciudad de los Césares en Trapananda? Rev. Trapananda. Nº 4. (Coyhaique. 1981-82)
Barco Centenera, Martín del. La Argentina. Poema Histórico. Talleres de la Casa Jacobo Peuser, Buenos Aires, 1912.
Barrientos Díaz, Pedro J. Historia de Chiloé. (Imprenta "La Cruz del Sur". Ancud, 1948) Véanse 25 a 40, 67 a 71 y 78.
Barros Arana, Diego. Historia General de Chile. (Rafael Jover, Editor, Santiago, 1884-1886) Tomos 1 a VII.
Bayo, Ciro. La Leyenda del Estrecho de Magallanes: Los Césares. Editorial Pueyo, (Madrid. 1913)
Biedma, Juan M. “Crónica Histórica del Lago Nahuel Huapi”, (Buenos Aires. Ediciones Emecé, 1987) pg. 9
Braún Menéndez, Armando. Pequeña Historia Magallánica. Editorial Francisco de Aguirre (Buenos Aires, 1969) pgs. 42-52
Briceño, Ramón. Repertorio de Antigüedades Chilenas. (Imprenta Gutenberg) pgs. 60b-61a y 59a.
Burgh, James. Un relato de la Colonización, de las Leyes, Formas de Gobierno y Costumbres de 1os Césares, un Pueblo de Sudamérica, contenido en nueve Cartas enviadas por Mr. Vander Neck, uno de 1os Senadores de dicha Nación, a un amigo en Holanda.. . Prólogo y traducción de Eugenio Pereira Salas. (Centro de Investigaciones de Historia Americana, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1963) Traducción de escrito anti-español impreso en Londres por J. Payne, MDCCLXIV
Calderón, Alfonso. La Ciudad de los Césares. Hugo Silva. s/r
Cárdenas Tabies, Antonio. Abordaje al Caleuche (Editorial Nascimento, Santiago, 1980). Capítulo Su relación con los chilotes, pg. 43.
Carvallo y Goyeneche, Vicente. Descripción histórico-geográfica del Reino de Chile. Colección de Historiadores de Chile. Tomos VIII, IX y X. (Imprenta de la Librería de El Mercurio, Santiago de Chile, 1875) Véanse Tomo IX, 144, 157-9, 213 y 59-62 y Tomo X, 190-201.
Caso A. Carlos de. La Leyenda de los Césares en el siglo XVI, su origen y su influencia en la Soberanía Chilena del Estrecho. (Revista de Marina. Vol 74, Valparaíso. 1958)
Christie, Roberto. El camino de Vuriloche i su importancia para la ganadería de la región austral de Chile. Diario de viaje de…, (En Anales de la Universidad de Chile. Tomo CIV, 1904) 97-146.
Cavada, Francisco J. Chiloé y 1os chilotes… (Imprenta Universitaria, Santiago, 1914)
Estudio del folklore de esa provincia publicado en 1os números 7 a 14 de la Revista Chilena de Historia y Geografía. Ver 87 – 88
Cayol, Rafael. La Villa de los Césares. (Rev. Neuquenia Nº 11. Bs. As. 1952)
Couyoudmjian Bergamali, Ricardo. Manuel de Orejuela y la abortada expedición en busca de los Césares y extranjeros. (Revista de Historia Nº 10. Santiago, Chile, 1971)
Coronicón sacro-imperial de Chile. (Dirección de Bibliotecas. Santiago, Chile) pgs. 76-78.
Cox, Guillermo. Viaje en las regiones septentrionales de la Patagonia (1862-1863).
Contiene un resúmen de las expediciones previas, relato del viaje y diversas notas de carácter geográfico. Imprenta Nacional, Santiago, 1863.
De Gandia, Enrique. La Ciudad Encantada de 1os Cesares... (Librería de A. García Santos. Buenos Aires, 1933) La obra consta de trabajos sobre diversas materias. Sobre Césares, 7 a 53.
De Gandia, Enrique. Historia Crítica de los Mitos y Leyendas de la Conquista Americana. (Centro Difusor. Bs. As. 1946.), pgs. 206-288.
De León, Cieza. Guerra de Chupas (Edición inglesa de Markham, editada por Hakluy Society, Londres. 1918)
De Rojas, Silvestre Antonio. (Vivió muchos años entre los indios pehuenches) Derrotero de un viage desde Buenos Aires á los Césares, por el Tandil y el Volcán, rumbo de sud-oeste, comunicado á la corte de Madrid, en 1707. Colección Biblioteca Nacional de Santiago, Chile. Tomo 1, pgs. 3-18.
Délano, Luis Enrique. En la Ciudad de los Césares. 1939
Delgado Benito Fr. La Ciudad de los Césares. Capellán de la Expedición que se hizo para el descubrimiento de la Ciudad de los Césares. 1778. (Publicaciones del Archivo Franciscano Santiago, Chile), 1995. Pgs. 3-51
Díaz Rojas, Antonio. Derrotero de la Ciudad de los Césares. (Arch. Morla Vicuña. Santiago. 1714)
Díaz Mesa, Aurelio. Leyendas y Episodios Chilenos. (Soc. Imp., y Litografía Universo, Santiago, 1930) Tomo VI. Corresponde a1 tomo III de la secci6n “En plena Colonia”. El episodio “Las mentiras de un andaluz”, 273-296, se refiere a las instrucciones reales a raíz del memorial de Díaz de Rojas.
Domínguez, Manuel. El alma de la raza. (Casa editora de Cándido Zamphiropolos, Asunción, 1918) Véanse 161-8. Referencia a un mapa publicado por Quirós en 1618 que lleva la leyenda Provincia de 1os Césares. Expediciones a 1os Césares desde Paraguay son descritas como reivindicación a derechos territoriales de ese país.
Donoso, Ricardo. Un letrado del siglo XVIII, el doctor José Perfecto Salas. (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. 1963) 2 Vols. Véanse T. I, 127-8 y 159-60.
Echeverría, Evelio. Leyendas de los Andes de Chile. (Arancibia Hnos. y Cia. Santiago.1988)
El Marqués de Osorno. Don Ambrosio O'Higgins, 1720-1801. (Publicaciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1941) Véanse 116 y 121.
El Mercurio (Santiago), pg. E-17 – diciembre 1991. La leyenda de la Ciudad de los Césares.
Encina, Francisco Antonio. Historia de Chile. Tomo IV. Revista VEA. (Santiago, Chile) pgs. 147-148-149; Tomo V. Cap. VII, pgs. 5-12; 135; 149-150; Cap. XV pgs. 134-154.
Enrich, Francisco. Historia de la Compañía de Jesús en Chile... (Imprenta de Francisco Rosal, Barcelona, 1891) 2 Vols. Estudia la participación de 1os jesuitas.
Espinoza, Januario. La Ciudad Encantada. 1941.
Estellé, Patricio y Cououdmjian. “ La Ciudad de los Césares: Origen y evolución de una Leyenda (1526-1880)” (Revista Historia Nº 7. Universidad Católica de Chile. Santiago, 1968), pgs. 283-309
Falkner, Thomas. A Description of Patagonia and the adjoining part of America… Printed by C. Pugh, Hereford, MDCCLXXIV. 1774. El trabajo ha sido reproducido por De Angelis en la obra ya citada y más completa por la Universidad Nacional de la Plata en la Biblioteca Centenaria (Buenos Aires, Imprenta de Coni Hermanos 1911).
Falkner, Tomás, 1707-1784. Derrotero desde la ciudad de Buenos Aires hasta la de los Césares, que por otro nombre la llaman la Ciudad Encantada, 1760. Tomo 1, p. 22-26. En Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Rio de la Plata / ilustrados con notas y disertaciones por Pedro de Angelis. Buenos Aires: Imprenta del Estado, 1836-37. 6 v. Colección Biblioteca Nacional de Santiago, Chile.
Fonck. Francisco La Leyenda encantada de la Ciudad de los Césares, su esencia y su origen. (Valparaíso, 1900)
Furlong S. J. Guillermo. Nicolás Mascardi S.J. y su Carta Relación (1670). (Ediciones Theoria, Buenos Aires, 1963)
Gallardo, Bartolomé, 1640?-1699. En Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. publicado por la Oficina respectiva. Santiago: Impr. Nacional, 1875- . V., n° 11, (1986), p. 525-537. Espedición de Bartolomé Gallardo: (1674-1675) : relación... hecha en Lima sobre el viaje que hizo al reconocimiento de las poblaciones de los ingleses con todo lo sucedido en él y el paraje donde llegó. Colección Biblioteca Nacional de Santiago, Chile.
García, Fray José. Diario del Viaje y Navegación desde su misión de Ceilán, en Chiloé hacia el sur, en 1os años de 1766 y 1767. (En Anales de la Universidad de Chile. Torno XXXIX, 2º semestre 1871) 351-587 y mapa.
Este trabajo fue reproducido con notas en el Anuario Hidrográfico Marina de Chile, Tomo XIV, 1889, 3-47. Si bien esta expedición estuvo dirigida hacia el Archipiélago de 1os Chonos, este religioso se ocupó de la materia en estudio.
Gay, Claudio. Historia Física y Política de Chile. Documentos.. . En Casa del Autor. París 1846-1852. 2 Vols. El tomo I, 431-485, contiene el Diario de Fr. Benito Delgado, capellán de la expedición de Pinuer.
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Guarda, Gabriel. o.s.b. Un río y una ciudad de plata. Itinerario histórico de Valdivia. (Ediciones Universidad Austral de Chile, Valdivia, 1966) Pgs. 11-19
Guevara, José. Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán… S. Ostwald, Buenos Aires, 1928. Sobre Césares, Véase la Década VI , parte 2a, Esta obra se reeditó en los Anales de la Biblioteca, Tomos V y VI (Buenos Aires), 1908 y 1909, con una noticia del autor y estudio crítico de la obra de Paul Groussac en el cual se refiere también a la materia.
Hallazgo arqueológico. El Llanquihue (Puerto Montt) -1-3-92, pg. 1.
Hanisch Walter E. “La Isla de Chiloé. Capitana de rutas australes” (Santiago: Academia Superior de Ciencias Pedagógicas, 1982).
Irarrazaval Larraín, José Miguel. Los Soñadores. La leyenda de los Césares de la Patagonia. Libro: La Patagonia. Errores Geográficos y Diplomáticos. (Editorial Andrés Bello. Santiago. 1966)
Jauregui, Agustín de, 1708-1784. Copia de la carta escrita por Agustín de Jáuregui, Presidente de Chile, al Exmo. Sr. Virrey del Perú, 1774. Tomo 1, p. [38]-39. Colección Biblioteca Nacional de Santiago, Chile.
Junge, Max. Exploraciones en la Patagonia chilena. Breve reseña histórico geográfica (en Anales de la Universidad de Chile, Tomo XCII, Nº 13, 1er trimestre 1934) 27 y 46.
Klickmann, Jorge. La Ciudad Encantada de Chile. (Valparaíso, 1892). Ref. Vicuña Cifuentes, Julio. Mitos y Supersticiones (Edición 1915)
La Ciudad de los Césares. Por la América desconocida. B. S. s/f
La Ciudad de los Césares, Última Leyenda que murió en América. Anales del Museo de la Patagonia. Tomo I. Bs. As. 1945.
La cuestión de límites entre Chile y la República Argentina. (Imprenta Nacional. Santiago, 1879-1880) 3 Vols. Los volúmenes 2 y 3 contienen noticias sobre diversas expediciones.
Lagos, Roberto. Historias de las Misiones del Colegio de Chillán (Barcelona, 1908), pg. 289s.
Las Últimas Noticias (Santiago, Chile), 12 abril 1977. El Padre Mascardi Muere en La Ciudad de los Césares, pg. 8.
Latcham, Ricardo. La Leyenda de los Césares. Sus orígenes y su evolución. Revista de Historia y Geografía, Vol. IX Nº 64, Nº 193-254. Especialmente para lo relativo al siglo XVI.
Latcham, Ricardo. El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, (Santiago) 2 Tomos.
Lozano, Pedro. Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. (Casa Editora Imprenta Popular, Buenos Aires, 1874-1875) 5 Vols.
El Tomo IV, 326-336, contiene noticias sobre 1os Césares y algunas expediciones proyectadas.
Machado, Francisco, 1728?- Viajes de don Francisco Machado a los archipiélagos occidentales de la Patagonia (1768-1770). En Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile / publicado por la Oficina respectiva. Santiago: Impr. Nacional, 1875- . Vol., n° 14, (1887), p. 57-149. Colección Biblioteca Nacional de Santiago, Chile.
Machoni, Padre. Vida del Venerable Padre Juan José Guillermo. Biblioteca Hispano-chileno 1523-1817. Fdo. Histórico y Bibl. J.T. Medina, Vol. II. Santiago, 1963.
Magasich, Jorge y De Beer Jean-Marc. América Mágica. (Primera edición, Santiago, julio 2001), pgs. 110-112
Mansilla Pérez, Luis. La magia en el país de los chilotes: (mitología-leyendas-creencias mágicas). Castro: ed. “La Ciudad de los Césares”, 1994. 50 p.
Martínez Ruíz, Bernabé y Cerviño, Rodolfo Alberto. Hernán Mejía Miraval o la Conquista del Tucumán. Universidad Nacional de Tucumán. (Facultad de Filosofía y Letras, Tucumán, 1962)
Mascardi, Nicolás. Fragmento de su relación sobre el descubrimiento de la Ciudad de los Césares y conversión de los infieles que habitan en los llanos hasta el Estrecho de Magallanes, Chiloé 1670. (Archivo Nacional Fondo Eyzaguirre. Santiago)
Medina, José Toribio. Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile. Primera Serie. Imprenta Ercilla e Imprenta Elzeviriana, Santiago, 1889-1901, 30 Vols.; Segunda Serie. Fondo Hist6rico y Bibliográfico José Toribio Medina, Santiago, 1956-59, 6 vols.
Los tomos III, X, XVI, XIX, XXV y XXVI de la primera serie, especialmente éste último, contienen material interesante. Para la segunda serie, los tomos pertinentes son 1os primeros tres.
Medina, José Toribio. Biblioteca Hispano-Chilena (1523-1817) . Impreso y grabado en casa del autor, Santiago de Chile, 1897-1899. 3 Vols.
Medina, José Toribio. El veneciano Sebastián Caboto a1 servicio de España y es pecialmente de su proyectado viaje a las Molucas por el Estrecho de Magallanes. Imprenta y Encuadernación Universitaria, Santiago de Chile, 1908. 2 Vol.
Mellado Yáñez, Alfredo. ¡Revolucionario hallazgo arqueológico en X Región! El Llanquihue (Puerto Montt), 1-3-92, pg. 2-3
Mellado Yánez, Alfredo. Un relato que pareciera ciencia ficción pero es real. El Llanquihue (Puerto Montt), 15-3-1992, pg. 2
Mellado Yánez, Alfredo. El país de la bruma y la noche crepuscular. El Llanquihue (Puerto Montt) 15-3-1992, pg. 3
Mellado Yañez, Alfredo. Gráficas del hallazgo arqueológico en Décima región. El Llanquihue (Puerto Montt) 16-3-1992, pg. 7
Mellado Yañez, Alfredo. Versión extraordinaria del hallazgo. El Llanquihue (Puerto Montt) 18-3-1992, pg. 9
Mellado Yánez, Alfredo. Llegada al Santuario. El Llanquihue (Puerto Montt) 19-3-1992, pg. 8
Mellado Yánez, Alfredo. Un final brillante y trágico. El Llanquihue (Puerto Montt), 19-3-1992, pg. 9
Memorias de 1os virreyes (sic) que han gobernado el Perú durante el tiempo del coloniaje español.
Librería Central de Felipe Bailly, Lima, 1859. 5 Vols.
Especialmente a1 Tomo V, que corresponde a la memoria de Teodoro de Croix, 181-182
Menéndez, Francisco. Viajes de Fray Francisco Menéndez a la cordillera. Tomo 1. Diarios de Fr. F. Menéndez. Publicados y comentados por Francisco Fonck / Francisco Menéndez. Valparaíso: [s.n.], 1896-1900. 2 t en 1 v. Colección Biblioteca Nacional.
Menéndez, Francisco. Viajes de Fray Francisco Menéndez a Nahuelhuapi. Tomo 2. Diarios de Fr. F. Menéndez. Publicados y comentados por Francisco Fonck, Francisco Menéndez. Valparaíso: [s.n.], 1896-1900. 2 t en 1 v. Colección Biblioteca Nacional.
Molina Herrera, Evaristo. Mitología Chilota, en Anales de la Universidad de Chile. Vol. 108 Nº 79, 1950, 37-68.
Moraleda y Montero, José. Exploraciones Geográficas e Hidrográficas Practicadas por “don… , alférez de fragata y primer piloto de la Armada. (Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile) Tomo XII, 1887, 393-663 y Tomo XIII, 1888, 3-263.
Morales, Ernesto. La Ciudad Encantada de la Patagonia. Emecé, Buenos Aires, 1944.
Morla Vicuña, Carlos. Estudio Histórico sobre el Descubrimiento y Conquista de la Patagonia y de la Tierra del Fuego. F. A. Brockhaus. Leipzig, 1903.
Navarro Floria, Pedro. “Historia de la Patagonia”
O' Donnell, Pacho. "El Rey Blanco". Trapalanda, la ciudad encantada. (Editorial Sudamericana, 1999, Buenos Aires, Argentina), pgs. 93-94
Olivares, Miguel de. Historia de la Compañía de Jesús en Chile. Colección de Historiadores de Chile. Tomo VII. Imprenta Andrés Bello, Santiago de Chile, 1874.
Fuente del P. Enrich, Véanse 390-1 sobre Mascardi y 490 y 502-553 sobre la misión de Nahuelhuapi.
OIivares, Miguel de. Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido en la conquista y pacificación del Reino de Chile.. . Colección de Historiadores de Chile. Tomos IV y XXVI. Imprenta del Ferrocarril, 1864, e Imprenta Elzeviriana, Santiago de Chile, 1901.
Orfalí Fabre, María Marta. Historia de la Patagonia desde el s. XVI hasta 1955. 3-1991. Programa de Investigación Geográfico Político Patagónico.
Ovalle, Alonso de. Histórica Relación del Reino de Chile. Colección de Historiadores de Chile. Tomos XII y XIII. Imprenta Ercilla, Santiago de Chile, 1888. 2 Vols.
Véase especialmente Tomo I, 127-129.
Palacio, Juan Manuel. La Ciudad de los Césares. (Eudeba. Bs. As. 1972)
Pérez García, José. Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile.
Colección de Historiadores de Chile. Tomos XXII y XXIII. Imprenta Ebeviriana, Santiago de Chile, 190. 2 Vols.
Ver Tomo II, 408-9, sobre la participación que le cupo a1 autor a raíz del Proyecto de Orejuela para financiar la expedición a 1os Césares.
Pinuer, Ignacio. Relación de las noticias adquiridas sobre una ciudad grande de españoles, que hay entre los indios, al sud de Valdivia, e incógnita hasta el presente, 1774. Tomo 1, p. [27]-37. Coleccion de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Rio de la Plata ilustrados con notas y disertaciones por Pedro de Angelis. Buenos Aires: Imprenta del Estado, 1836-37. 6 v. Colección Biblioteca Nacional
Pirzio-Biroli, Eugenia. Increíble supervivencia de un mito: La Ciudad de los Césares. Revista Trapananda Nº 4. Coyhaique. 1981-1982.
Plath, Oreste. Folckor Chileno (Editorial Grijalbo, Sexta Edición, junio 2000. Santiago) pgs. 95-96 y 101
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Ramírez Fr. Francisco Xavier. 1994. "Postdata crítica sobre los desencantados Césares"
Relación del Suceso de la Armada del Obispo de Placencia que salió de España año de 1539.. . Colección de Diarios y Relaciones para la Historia de 1os Viajes y Descubrimientos. T. I. Instituto Histórico de Marina, Madrid, 1943, 25-8. 17-23.Corresponde a una carta de Cristóbal Raysen a Lázaro Alemán, fecha en Lisboa, 19 de julio de 1541
Revista "Creces" (Santiago, Chile), Enero/Febrero 1992, Vol. 13, Nº 1/2, pgs. 46-52. Una interpretación Psicoanalítica de la Mitología Chilota: El Caleuche, La Ciudad de los Césares, La Pincoya"
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El autor, que viajó por las cordilleras australes y que fue compañero del P. Mascardi, da algunas noticias sobre 1os orígenes de la leyenda en el Torno I, 97-106. Más interesante es su Conquista Espiritual del Reino de Chile, que permanece inédita.
Ruz Díaz de Guzmán. La Argentina (Edición Angelis) 1839.
Sarmiento de Gamboa, Pedro. Viajes al Estrecho de Magallanes (1579-1584). Emecé, Buenos Aires, 1950. 2 Vols.
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Schillat, Luiz Maria Teresa, Maria Mónika. Tierra del Fuego. 1997. Editorial Fueguina.
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Sociedad General Española de Librería, Madrid, 1929. Historia crítica de 1os mitos de la conquista americana. Sobre Césares, véase Cap. XI. Esta obra fue revisada y reeditada en Buenos Aires, Centro Difusor del Libro, 1946, con el titulo Historia Crítica de los Mitos y Leyendas de la Conquista Americana.
Steffen, Hans. Contribución a la historia del descubrimiento y la exploración de las cordilleras sudamericanas, en Anales de la Universidad de Chile. Tomo XCIV, 3a serie Nº 22-23, 1936, 88-186.
Véase especialmente el capítulo VII 154-172.
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El capítulo III trata sobre el Padre Mascardi.
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Urbina Burgos, Rodolfo. Las misiones franciscanas de Chiloé a fines del siglo XVIII: 1771-1800. Valparaíso: Eds. Universitarias de Valparaíso 1990. 164 pgs.
Urbina Burgos, Rodolfo. La Periferia Meridional Indiana. Chiloé en el siglo XVIII. Valparaíso: Eds. Universitarias de Valparaíso 1983. 246 pgs
Varas Ojeda, Yolanda. La Ciudad de 1os Césares en el folklore chileno. Memoria de prueba del Departamento de Castellano de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. Santiago, 1962 (inédita).
Vázquez de Acuña, Isidoro. Las vías de comunicación y transporte australes (siglos XVI al XX) . Santiago, Chile: s.n., 1999. 168 pgs.
Vea, Antonio de. Espedición de Antonio de Vea: (1675-1676): relación diaria del viaje que se ha hecho a las costas del Estrecho de Magallanes con recelo de los enemigos de Europa. Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, publicado por la Oficina respectiva. Santiago: Imprenta Nacional, 1875- . v., n° 11, (1886), p. 539-596. Colección Biblioteca Nacional.
Vicuña Cifuentes, Julio. Mitos y Supersticiones recogidos de la tradición Oral Chilena. (Imprenta Universitaria, Santiago, 1947), pgs. 42-46.
Vicuña Mackenna, Benjamín. Chile. Relaciones Históricas. Rafael Jover, Santiago, 1877-78. 2 Vols.
Véase La ciudad encantada de Los Césares en el Tomo I.
Vidal de Battini, Berta. 1942. Leyenda de la Ciudad pérdida. Buenos Aires, Argentina.
Vidal de Battini, Berta E. "Cuentos y Leyendas". Capítulo: La Ciudad Perdida. Biblioteca de la Cultura Argentina" Edición de César A. Fernández, Ediciones Nuevo Siglo, 1995. Buenos Aires, Argentina.

martes, septiembre 19, 2006

AKAKOR: Una misteriosa ciudad en el Amazonas

Karl Brugger fue un periodista alemán que debió saber demasiado, pues fue asesinado "curiosamente" en 1981, no muchos años después que escribiera su célebre libro "Las crónicas de Akakor", donde se relatan hechos del todo interesantes y que podrían derribar varias creencias en torno a si somos la única humanidad, al origen del hombre americano, la posibilidad de vivir subterráneamente, etc.

Poseo el libro en castellano y debo confesar que su lectura me produjo una sensación muy extraña.
(Supuesto mapa de Akakor subterránea)
Lo que Brugger decía recordaba lo señalado por Ossendowsky y antes de él, Saint-Yves d'Alveydre, y que René Guénon constataba como una realidad de orden metafísico. Es decir, la existencia de ciudades subterráneas, las cuales detentaban un carácter de centros espirituales para la humanidad.Pero más detalles de lo dicho por Brugger, lo consignaré pronto...

En esta oportunidad solo deseaba mostrar algunas fotografías en relación a él y su misteriosa Agharta, llamada Akakor y que se encontraría en alguna parte de la frontera amazónica.


Karl Brugger

Edición italiana de las Crónicas

Edición alemana

En castellano pueden leer el siguiente artículo donde podrán introducirse en esta misteriosa ciudad amazónica y en su relator, el no menos misterioso Brugger.http://www.revistainvestigacion.com/archivo.php?id=2&id2=0&id3=4072

Pronto enviaré un informe más extenso sobre Akakor y Brugger. Insh ´Allah (si Dios quiere).

GEOGRAFIA SACRA: ACERCA DE ESTE SITIO

Durante varios años he estudiado la Geografía Sagrada o Sacra. Tal búsqueda no solo ha comprendido las indispensables lecturas, sino también los viajes en busca de alguna leyenda valiosa que registra el folklore, un comentario útil, un dato acerca de algún nombre, y, porqué no decirlo, algún acercamiento a los mismos centros espirituales ocultos. Estos, como bien decía René Guénon, cada día se han hecho más lejanos, ocultos, al hombre. Las razones son de orden ciclológico... Estamos en el Kali Yuga y todo lo espiritual se recoge frente a la devastación que implica el pensamiento y ser moderno, el cual constituye las antípodas del orden divino.

Quisiera compartir a través de este blog mis estudios al respecto, mis experiencias. También proveer de material de otros autores que han emprendido la Búsqueda.

Tal vez juntos podamos adentrarnos por Eldorado, la Ciudad de los Césares y ese gran centro que es Agharta y que yace en algún lugar no lejano al Tibet o Mongolia.

Por ello, les solicito que incorporen sus comentarios, que se hagan parte de esta expedición que compromete el espíritu.

¡Los invito a acompañarme en esta travesía!

Tal vez si estamos juntos el centro supremo abrirá sus puertas doradas.

La Antártica y el mito lovecraftiano (Sergio Fritz Roa)



Exordio.

La Antártica es uno de aquellos sitios de nuestro planeta que tardó más para convertirse en otro objeto de la codicia del hombre. Sus misterios y peligros ejercieron su influjo poderoso sobre intrépidos aventureros del pasado, pero sus hechizos han superado los océanos del tiempo e invadido el alma de algunos modernas exploradores que no trepidan en aceptar el reto que les arroja el Continente Helado. Estos personajes han debido enfrentarse con misterios de vieja data, han utilizado inusuales herramientas de exploración para penetrar en su Verdad, avíos tales como la Literatura y el universo mágico de los sueños. Ellos han traspasado, incluso, los umbrales de la conciencia ordinaria para acceder a un estado de superconciencia. Y todo esto, para desenterrar obscuros arcanos y arrojar luz sobre un lugar físico y espiritual tan distinto a cualquier otro que nos parece una región no-terrestre.

¿Quiénes son estos aventureros? Son tres magos que traen sus hechizos desde su antigua tierra, son poetas y narradores a quienes conoceremos por sus nombres actuales: Edgar Allan Poe, Howard Phillips Lovecraft y Miguel Serrano(1). Tres genios literarios, tres soñadores de sueños imposibles, tres colosos que han narrado otra vez los mitos de antaño. Tres buscadores del Graal en la Antártica. Entre ellos, el más importante para este trabajo en particular es, por supuesto, H. P. Lovecraft. Él será el hilo conductor de nuestra aventura, la cual ha comprometido el espíritu de quien ha realizado este ensayo e implicará el de todos nuestros lectores.

Lovecraft será quien señalará, con su antorcha, el camino y nos alertará de los terrores que, agazapados, acechan al viajero.



EDGAR ALLAN POE

"Las Aventuras de Arthur Gordon Pym" o, en traducción de Julio Cortázar, "Narración de Arthur Gordon Pym", es una novela que carece de aquella grandeza de la pluma de Poe que hallamos en sus cuentos inolvidables como "La caída de la Casa Usher", "Ligeia" y "Manuscrito hallado en una Botella". No obstante, no carece de ese elemento que distingue tanto su obra: el misterio. Sin embargo, éste, curiosamente, no se hallará sino hasta el desenlace de esta narración, la cual suele ser calificada, por algunos críticos, como lenta y floja. En efecto, mientras que la mayor parte del desarrollo de la Narración de Arthur Gordon Pym -tal vez dos tercios de la novela- carece de vitalidad y emoción, la última fracción se nos muestra como un giro increíble que rompe con la monotonía del relato, para transformarse en un océano de misterio, así como misteriosas son las aguas antárticas. Este hecho ha conmovido a los estudiosos de la obra de Poe y ha promovido un largo debate donde no se logra aún formular una respuesta.

El tema de la novela, grosso modo, consiste en un largo viaje por mar que culmina en los blancos hielos del extremo sur. Allí los viajeros se encuentran con aborígenes negros, un pueblo desconocido para el hombre blanco, cuya condición provocará en éstos una compleja confusión de sentimientos opuestos, donde la atracción y la repulsión se entremezclan. Las últimas páginas son una carrera suicida que parece no llevar a otra parte que al terror de lo vago, a un remolino demencial cuyo término no se halla en ningún centro ni en ningún vértice. Las respuestas son demasiado tímidas, casi ingenuas; los misterios están por descifrarse, pero jamás se logra desvelarlos; pues, al final de Narración de Arthur Gordon Pym, Poe comienza otra historia, otro relato. Una historia que, por supuesto, jamás escribirá...

Pero en este mar de dudas y de nieblas indefinidas, hay un misterio que, en el desenlace, se descifra. A saber; Poe nos señala aquello que provoca terror en los negros: temían al blanco, la ausencia de todo color que llenaba toda aquella región y al desesperado grito de Tekeli-Li, pues es el presagio nefando de su pronta manifestación. Mas, el misterio pronto volverá a cubrirnos con su manto: Una terrible visión, la última imagen de la novela, será la emersión de un gigante blanco «cuyas proporciones eran mucho más grandes que las de cualquier habitante de la tierra»(2), visión aterradora que fulmina al negro Nu-Nu. ¿Quién es este ser? ¿Cuál es el origen misterioso de Nu-Nu y los otros aborígenes? ¿Cuál es la alegoría que se oculta en el miedo a lo blanco? ¿Qué nos quiso decir Edgar Allan Poe con todo esto?

Las interrogantes galopan velozmente, como malditas estrellas fugaces. Una lectura profunda de la Narración de Arthur Gordon Pym, centrada en aquellos signos con mayor denotación, tal vez nos señale la senda correcta. Una lectura que asuma el análisis comparativo como una de sus más imperativas reglas. Este es el camino que hemos decidido hacer nuestro en este ensayo y, por supuesto, en este apartado sobre Poe y su extraña novela.

No cabe duda que la esencia del misterio de la Narración de Arthur Gordon Pym reside en lo siguiente: el blanco como fuente de terror. He aquí el elemento que hace de esta obra algo más que una simple novela. Mucho más, sin duda, pues nos obliga a realizar una interpretación metaliteraria, esotérica. Veremos, entonces, el significado del blanco en el código de Poe y en su novela. Pero antes debemos conocer el significado de este no-color conforme a la hermenéutica tradicional (René Guénon) y a la interpretación de un compañero de oficio de Poe: Herman Melville.

De la atenta lectura de los ensayos del tradicionalista francés, René Guénon(3) hemos deducido tres afirmaciones:

Primero: Existe una confrontación entre blanco y negro. La explicación más frecuente que se da al respecto, nos dice René Guénon, tiene directa relación con la luz y las tinieblas, el día y la noche; es decir, la confrontación entre los opuestos complementarios.

Segundo: La oposición no es absoluta, ya que blanco y negro tienen en el mismo origen. No habría dualismo, «pues si tales dualidades existen real y verdaderamente en su orden, sus términos no dejan por eso de desviarse de la unidad de un mismo principio»(4). Esto adquiere claridad cuando pensamos en el símbolo de YING-YANG. En éste, aunque los colores parecen enfrentarse, notamos que dentro de cada zona de dominio de un color se halla presente el color contrario.

Tercero: Negro y Blanco son expresiones de lo No Manifestado y de lo Manifestado, respectivamente. Sin embargo, esta regla tiene excepciones y, a veces, nos encontramos en la situación inversa; o sea, donde el negro corresponde a lo Manifestado y el blanco a lo No Manifestado. La Antártica, según nuestro Juicio, sería uno de estos casos excepcionales. El blanco polar es lo No Manifestado, el velo que esconde el Secreto.

En relación al prosista Herman Melville, norteamericano como Poe y Lovecraft, debemos considerar su obra "Moby Dick la Ballena Blanca" como una de las novelas occidentales más simbólicas y misteriosas de cuantas se han escrito. Su capítulo "La blancura de la Ballena" nos ayudará a comprobar nuestra hipótesis y a resolver el carácter esotérico del blanco, asunto de vital importancia para este artículo. Este capítulo es una suma de pensamientos en relación al blanco de aquella ballena y a las emociones que éste provoca. El principio sobre el cual se sustenta Melville es el mismo sobre el que se basan las ideas de Poe y Lovecraft; a saber, el miedo humano hacia el blanco.

«Lo que me anonadaba sobre todas las cosas era la blancura de la ballena»(5) Curiosa puede parecernos esta cita de Melville, mas sólo si nos detenemos aquí y no continuamos con la lectura de este capítulo. El autor mencionará a muchas otras bestias de blanco: el oso polar, el tiburón blanco, el albatros, cuyo no-color hará que la sangre se enfríe sólo con su presencia. Así, el narrador seguirá este mismo sendero, para intentar responder al enigma. Con nuevas preguntas irá abriendo el camino hacia la solución del misterio: ¿Cómo es posible que este color que representa la espiritualidad, «el propio velo de la deidad cristiana», según Melville, sea a la vez un signo de lo más terrible? ¿No se deberá este horror a causa de lo indefinido, el cual se manifiesta a través de blanco? ¿No será que el blanco, que implica la ausencia del color, nos asalta de improviso tocando las más íntimas fibras de nuestro ser?

El blanco, podemos concluir de la lectura de la obra de H. Melville, al significar lo indefinido, y quizás también lo dual, que no son sinónimos, representa, en definitiva, lo misterioso por antonomasia. Y de allí viene el miedo que el blanco provoca en nosotros, pues no hallamos indefensos ante un velo misterioso que oculta otros misterios.

Volviendo a la obra de Poe, recordaremos que el blanco causa el miedo de los habitantes de Tsalal, isla cercana a la Antártica, ocupada por indígenas de piel negra. No importa si se trata de un simple pañuelo blanco o de un inofensivo polvillo blanco, lo que sea, la reacción de horror de los negros no tardaba en llegar.

En la página final de la tragedia de Pym leemos: «Muchos pájaros gigantescos, de una blancura fantasmal, volaban continuamente viniendo de más allá del velo blanco, y su grito, mientras se perdían de vista, era el eterno Tekeli-li!»(6). Este acontecimiento causará la muerte de Nu-Nu, el habitante de Tsalal, el prisionero de Pym. El terrible Tekeli-li! de las aves, es imitado por los indios cada vez que se hallan ante la presencia del blanco o cuando están muy próximos a su poderosa influencia. Los pájaros serán los mensajeros de Dios: recordemos la importancia de éstos en el relato bíblico de Noé. Ellos anunciarán el último terror para los negros: vendrá figurado en Gigante Blanco.

En síntesis, el blanco antártico en la novela de Edgar Allan Poe es un símbolo de terror y, por consiguiente, de misterio. Pero ¿qué significado podría tener el blanco en el ámbito del código moral y social del propio autor? Sidney Kaplan y Julio Cortázar, creen tener una respuesta: La lucha entre lo blanco y lo negro que se representa en "Narración de Arthur Gordon Pym", es una manifestación del pensamiento racista de Poe(7) «Poe no disimuló jamás sus opiniones en favor de la esclavitud»(8), dirá el argentino.

Pero, ¿cómo hacer coherentes las ideas raciales de Poe con la arquitectura de su novela? Por cierto no es difícil: el viaje de la Jane Guy (embarcación que rescata a Pym y sus compañeros del naufragio de su anterior nave, el Grampus) representa el esotérico camino hacia lo blanco, símbolo de la pureza. Cuanto más al sur se adentran los navegantes, el blanco impone con más fuerza su presencia y su misterio. Cuanto más próximo a la Antártica -recordemos su otro nombre: el continente blanco-, Pym se halla más próximo al símbolo aristocrático por excelencia.

Sin embargo, este viaje iniciático no está exento de peligros y dificultades. La carnicería en la que son victimados los hombres de la Jane Guy a manos de los furibundos negros, son sólo algunas de las peligrosas pruebas que debe pasar el peregrino que va por esta senda solitaria.

Como signo de cercanía a lo sacro y desde la perspectiva racista de Poe, seguimos analizando esta aproximación hacia el extremo último del Continente Blanco. A medida que el viajero se aproxima al Centro del Polo, va experimentado un aumento gradual de la temperatura-, o sea, en la medida que nos encontramos más próximos al centro del centro, las fuerzas hostiles de la naturaleza van perdiendo el poder de su influencia. Y aunque este dato anotado por Poe en su relato pueda hoy parecer de escaso valor científico, lo cierto es que no estaba lejos de la experiencia que puede ser constatada por los sentidos de algún viajero antártico. Como ejemplo. citamos el curioso fenómeno de los "Oasis de la Antártica" donde el agua alcanza una temperatura comparativamente más elevada que el resto de las aguas antárticas.(9) ¿Conocía este fenómeno Edgar Allan Poe? Si pudiera respondernos, tal vez lo haría de la misma forma que H. P. Lovecraft cuando le preguntaron si había viajado alguna vez a París: «Sí, en mis sueños».(10)

Poe pensaba, sin duda, de la misma forma: recordemos su bella frase: «Toda certidumbre está en mis sueños»(11).

Un último dato en cuanto a Poe y su posición frente a los negros. Se especula que su gusto por la narrativa del miedo nace con las historia que escuchaba de los esclavos en la cocina de su casa cuando era un niño: «Y esos temores le habían inculcado los negros y negras esclavos de su tutor, en los relatos de aparecidos que constantemente tenían en la boca, y que el niño Edgar iba a escuchar en la cocina»(12) Incluso, Hervey Allen, cuya opinión es citada por Ferrari, asegura que la influencia narrativa de los negros sobre Poe es aún mayor. pues la musicalidad de su composición literaria -los ritmos, complicados y llenos de matices- es, en cierta forma, una imitación de los cánticos de los esclavos."

Sea o no cierto, es importante considerar estas opiniones como hipótesis, las cuales pueden ayudarnos a arrojar luces en el caso Poe.

Siguiendo muy de cerca al genial Poe, tras el misterio que aquí nos interesa, hallamos la persona de otro mago, el chileno Miguel Serrano.



MIGUEL SERRANO 0 LOS GIGANTES.

El Mito Antártico adquiere fuerza incontenible en la literatura del poeta, escritor y viajero Miguel Serrano, creador de textos mágicos como "Ni por Mar ni por Tierra", "La Serpiente del Paraíso", "Quién Llama en los Hielos", "El Círculo Hermético", "Elella, Libro del Amor Mágico", "Nietzsche y la Danza de Siva" y "Las Visitas de la Reina de Saba", con prólogo de C. G. Jung.

Dicen en relación con la Antártica dos de sus más interesantes trabajos: "La Antártica y otros Mitos", Santiago, 1948 y "Quien llama en los Hielos", Santiago, 1957.

El primero de ellos es la transcripción de una serie de conferencias dictadas en Chile por el autor y exdiplomático. Su portada es reveladora: un dibujo de un gigante bicorne alado emergiendo de las blancas nieves y portando un tridente. Desde el comienzo, Serrano hace gala del sincronismo que mantiene con Poe.

El tema de estas conferencias es el Mito en relación con la Antártica, y nos damos cuenta que el título del texto, como dice Erwin Robertson, señala que «la Antártica es un mito»(14) Serrano relacionará numerosas leyendas en referencia al tema que nos ocupa: los bellos relatos de los onas (antiguos habitantes de La Tierra del Fuego), la leyenda de la Virgen de los Hielos, el continente Lemuria, el gigante de Poe y, aún, la atrevida idea que Adolf Hitler mora en el frío Antártico. Y aunque a simple vista parezca no existir relación alguna entre cada una de éstas; la hay, puesto que todas estas leyendas se refieren a los misteriosos moradores de la Antártica. He aquí otro punto donde confluye el pensamiento de estos tres autores. Serrano conoce el relato de Poe y señala en relación al Gigante Blanco: «Es que Poe conocía la leyenda de los sélcnam sobre los Jon que habitan la Isla Blanca.»(15) «¿0 sabía también del Prisionero de la Antártica, que vive en su fondo negro, y que seguramente por esto mismo se ve blanco?»(16)

Para entender quiénes eran los Jon y a qué se refiere Serrano cuando habla de Isla Blanca, se recomienda leer la página 25 de "La Antártica y Otros Mitos", donde explica que los antiguos onas (los sélcnam eran sólo una tribu ona) creían en la existencia de los Jon: humanos de casta aristocrática dotados de facultades sobrenaturales y poseedores de los Misterios. «Fueron los Jon, magos sélcnam de la Tierra del Fuego, los que conservaron los secretos enseñados por Quenós y los que aun se inmortalizan embalsamándose dentro de los hielos del sur, para resucitar renovados en el más lejano futuro. Dicen también los sélcnam, que es en el Sur, allá, en esa "Isla Blanca que está en el Cielo" donde moran los espíritus de sus antepasados, haciendo una vida libre de preocupaciones.»(17)

¿Serán estos espíritus ancestrales Los Antiguos, mencionados por Lovecraft? Será la Antártica aquella Isla Blanca de la que hablaban las viejas leyendas onas?

Serrano, quien fue uno de los primeros chilenos en conocer la región antártica, da cuenta de la relación entre ese lugar y la locura18) Y señalamos, por nuestra parte, que el título de la inolvidable novela de Lovecraft, "En las Montañas de la Locura", no se debe a un capricho o a una ocurrencia ingeniosa para llamar la atención de algunos lectores afiebrados.

Serrano dirá que la única vía para comprender esta realidad súrica, o mejor, para salvarse de la locura que allí acecha, es el Sueño,(19) y el mundo de los sueños es un elemento clásico de la narrativa de H. P. Lovecraft.

La inquietante posibilidad de que exista una entidad no-humana en la Antártica, se registra también en la páginas del texto del autor chileno. El sincronismo entre estos dos escritores nos deja asombrados, sobre todo porque Miguel Serrano desconocía la obra de Lovecraft cuando escribió "La Antártica y otros Mitos". Citemos, entonces, a Serrano, quien con su arte nos recuerda a los viejos alquimistas: «Sin embargo, en ese continente del reposo y de la muerte alguien vive. Un prisionero se agita, teniendo por medio habitable el fuego ardiente y eterno.»(20) Esta idea de Serrano se plasma también en otro texto del mismo autor: "Quien llama en los Hielos".

He aquí un párrafo de belleza terrible: «Yo he visto a ese ser, a ese Ángel negro: ahí, en su recinto del Polo Sur. Es en una inmensa cavidad oscura donde reside... Espacios enormes, sin límites, livianos y deprimentes a la vez, que se extienden, con seguridad, por el interior psíquico de la tierra, debajo de los hielos eternos. Y así se mueve el Zinoc... Asciende o desciende, hasta el extremo de esa cavidad y, desde ahí, se arroja a una velocidad vertiginosa en demanda de su otro extremo, de su final inalcanzable. Toda la eternidad lo ha pasado en este esfuerzo, cayendo de cabeza, tratando de alcanzar el lugar antipódico del que ha sido proscrito en el comienzo mismo de la creación. El norte es su sueño, su anhelar profundo y su mayor sufrimiento.»(21) Lovecraft, por su parte, en su novela escribirá algo revelador: «Se fundaron nuevas ciudades terrestres, las más importantes de ellas en el Antártico, ya que aquella región, escenario de su llegada, era sagrada. A partir de entonces, el Antártico fue como antes el centro de la civilización de los Antiguos, y todas las ciudades construidas allí por la prole de Cthulhu fueron destruidas.»(22) Más adelante, el narrador de la novela de Lovecraft indicará que los mapas encontrados en la vieja ciudad polar muestran que las ciudades de los Antiguos en la época pliocénica se hallaban en su totalidad, por debajo del paralelo 50 de latitud sur." Estas referencias de ambos autores son fundamentales, porque nos indican la oposición simbólica entre Polo Norte (o la mítica Hiperbórea) y Polo Sur, sede de los Antiguos. Esta oposición no responde solamente a una diferencia de carácter geográfico, sino que, ante todo, a diferencias espirituales. En efecto, el Polo Norte es el polo positivo -en términos cristianos, el Bien- y el Polo Sur -desde la misma perspectiva, el Mal-. Sin embargo, estos opuestos, conforme a los principios de la filosofía maniquea, se complementan. Ambos polos mantienen el Orden en la Tierra, regulan el buen funcionamiento energético de nuestro mundo. La única posible diferencia dice relación con el tipo de energía que irradian dichos lugares, pues en verdad son centros energéticos. Este conocimiento que se expresa a través de la literatura moderna (Lovecraft y Serrano), que diferencia los centros volitivos terrestres, concuerda punto por punto con el pensamiento antiguo o tradicional que enseñaron los maestros indoeuropeos, para quienes las palabras que nombran a los distintos lugares sagrados son: Cielo, Tierra o Mundo, Medio(24) e Infierno(25). El Cielo, para ellos, es la morada de los héroes, aquellos que vivieron la vida tal como se debe, y corresponde a Hiperbórea o nuestro Polo Norte; la Tierra es el lugar habitado o terreno de expediciones y viajes, ellos la identificaban con Asia y Europa. El Infierno, que era el lar de los demonios -los Antiguos y los Shoggoths- parece no haber sido descripto y ubicado con tanto detalle y precisión por los antiguos sabios indoeuropeos. Este Infierno es para nosotros el Polo Sur.

En "Quien llama en los Hielos", Serrano relata un sueño, en el cual un misterioso ser le dice: «La inmortalidad se logra entre los hielos -me respondió- y se consigue helándose. No soy nadie, ni nada puedo hacer ahora. Tu gran combate será con el Ángel de Sombras.»(26) Serrano destaca sobre todo los mitos onas en sus conferencias sobre los Mitos de la Antártica, para proporcionarnos una clave para descifrar los escondidos arcanos: «Fue Quenós quien empezó a crear la tierra, de arriba abajo. Pero antes, con arcilla blanca modeló a los Hohuen, seres gigantescos y transparentes como ángeles. Apenas creados, los Hohuen comenzaron a luchar entre ellos. Sin embargo, no podían morir.»(27) He aquí los mismos rasgos arquetípicos de los Antiguos lovecraftianos: gran tamaño, poderosos, belicosos, no-humanos e inmortales. La mitología ona señala que los Hohuen (nuestros Antiguos) fueron creados con hielo. Esto, en verdad, señala su origen geográfico: la Antártica.

Para finalizar, la novela de Miguel Serrano aporta un dato que es, quizás, el hilo que nos permite unir a los tres autores; a saber: la relación del blanco con el continente helado. El color en este caso no sólo es expresión de los hielos, sino de aspectos inmateriales y filosóficos. Cortázar, como ya fue escrito, siguiendo en esto a Sidney Kaplan, verá en estos principios el fundamento del racismo de Poe: «La oposición del negro como signo negativo y del blanco como una fuerza que lucha con él y en último término.»(28) Y a propósito de racismo, debemos señalar aquí un hecho que no deja de intrigarnos: Poe y Lovecraft sustentaron una filosofía racista, y Miguel Serrano, sustenta hoy esta misma filosofía. Recuerde el lector que no hay casualidad, sino causalidad misteriosa.

Pero citaremos al propio Serrano respecto la vinculación entre los colores y la Antártica: «Existe además una relación entre el color y el polo. Los pájaros negros tienden a desaparecer de estos mares y les es muy difícil alcanzar las latitudes extremas de la Antártica. En cambio, las aves de plumaje blanco soportan el frío mucho mejor.»(29) Curioso, Lovecraft también nos habla de este otro vínculo entre pájaros y color. En su bello poema Antarktos, leernos:

En lo hondo de mi sueño el gran pájaro susurraba extrañamente

Hablándome del cono negro de los desiertos polares,

Que se alza lúgubre y solitario sobre el casquete glaciar.

Azotado y desfigurado por los eones de frenéticas tormentas.

Allí no palpita ninguna forma de vida terrestre:

Sólo pálidas auroras y soles mortecinos

Brillan sobre ese peñón horadado, cuyo origen primitivo

Intentan adivinar a oscuras los Ancianos.

Si los hombres lo vieran, se preguntarían simplemente

Que raro capricho de la Naturaleza contemplan:

Pero el pájaro me ha hablado de partes más vastas

Que meditan ocultas bajo la espesa mortaja de hielo.

¡Dios ayude al soñador cuyas locas visiones le muestren

Esos ojos muertos engastados en abismos de cristal'



Y ya que hemos mencionado a Lovecraft, ha llegado el momento de adentrarnos en sus símbolos y sus mitos.(30)



HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT 0 EL TROVADOR DE LENG.



El recluso de Providence, el maestro del horror y genio de la literatura fantástica de este siglo, escribirá en el ano 1931 una de sus pocas novelas que se constituirá en un pilar fundamental de su opus. Nos referirnos a "En las Montañas de la Locura".

Escribirla y publicarla fue todo un sufrimiento para nuestro autor. La razón: él detestaba transcribir a máquina sus narraciones, pero este era un requisito obligatorio para que cualquier cuento o novela fuera considerado para su publicación en revistas para aficionados tales como la legendaria Weird Tales, Lovecraft dirá, refiriéndose al Director de la mencionada revista: «¡Maldito sea Wright, por rechazarme el cuento que casi me mata al mecanografiarlo!»(31) Esta fue una experiencia muy dura y desagradable para Lovecraft. Sin embargo, el destino no quiso que su novela pasara inadvertida, y decidió que al final debería ser publicada.

En síntesis, "En las Montañas de la Locura" trata de las aventuras de una expedición científica a la Antártica, pero, el protagonista, antes de iniciar su relato, insistente en advertir a los posibles lectores que aquel continente no debe ser horadado por mano alguna, no vaya a ocurrir que se despierten horrores que no deben ser liberados.

El horror que no debe ser perturbado es la raza de los Antiguos y sus esclavos, los Shoggoths. En la mitología lovecraftiana, los Antiguos son horribles deidades que bajaron desde el cielo y que hicieron de la Antártica su primera base. Estos gigantes de cabeza en forma de estrella crearon al hombre y también a los Shoggoths, torpes bestias de carga, sumisas en un comienzo, pero que más tarde fueron capaces de conducir una rebelión en contra de sus señores. Es difícil sustraerse a la tentación de comparar esta emancipación con el combate bíblico entre Dios y sus Ángeles fieles contra el Primer Rebelde, Lucifer o Prometeo. Los Antiguos se defenderán de esta amenaza por medio de un arma tan devastadora como la bomba atómica. «Los Antiguos utilizaron unas curiosas armas de perturbación molecular y atómica contra los entes rebeldes, y al final abrazaron una completa victoria.»(32) Conviene recordar que sólo en 1945 caerá una bomba atómica sobre Hiroshima y otra en Nagasaki. Este carácter profético de la obra lovecraftiana es otro de sus inquietantes aspectos.

La narración hace turbadoras referencias a un libro espantoso de saber prohibido: El Necronomicón, del árabe demente Abdul Alhazred. Este obscuro texto es un elemento clave en la narrativa de Lovecraft, es la fuente de su cosmogonía y de su teología. El Necronomicón habría sido consultado por algunos de los miembros de la expedición antártica, especialmente por Danforth, que era un estudioso y «un gran lector de temas extraños que había hablado mucho de Poe.»(33), además él era uno de los pocos infortunados que había tenido el valor para examinar en forma exhaustiva el condenado libro. Danforth, se referirá en repetidas ocasiones al Necronomicón y hará tímidas referencias sobre la posibilidad de que la oscura Meseta de Leng, aquella tenebrosa región, cuya ubicación ni el mismísimo Alhazred fue capaz de precisar, en verdad sea un antiguo nombre para señalar la Antártica.



Más que la narración en sí misma, la atmósfera de terror de la novela está dada por el paisaje y por el ambiente urdidos por la pluma de Lovecraft. En efecto, él será siempre fiel a un principio suyo según el cual lo más importante en la literatura de terror no es tanto la trama, si no el ambiente o la atmósfera que crea el escritor y los sentimientos y sensaciones nefandos que experimenta el lector. Angela Carter, en un excelente estudio lovecraftiano, señalará al respecto: «La Antártica de Lovecraft es el más terrible de todos sus paisajes. Este desolado reino del hielo y muerte, el lugar de donde le llegaba «la niebla y la muerte» al viejo Marinero es, al mismo tiempo, una versión realzada de la Antártica real, y una visión de la aborrecible meseta de Leng, el techo del mundo.»(34)

Lovecraft, con la pluma de un escritor que es ante todo un observador atento y un psicólogo, ha creado de forma singular uno de los ambientes más inhóspitos y más hostiles a la Tierra. Cada elemento del continente súrico es una daga, un pasaje sin salida hacia la Muerte. Algunos de estos elementos están representados por el Viento, la Soledad, la Lejanía, las Leyendas, el Hielo, el Olor y, por supuesto, los habitantes de ese yermo, que ocultos en la blancura no están muertos, si no que esperan ser despertados de su sueño conjurado. Y como ejemplo del uso magistral de estos elementos, citaremos algunas líneas de la novela que hacen ilusión al sonido del viento: «El terrible viento antártico soplaba a intermitencias, y su cadencia tenía para mí un vago sonido musical, semejante al eco de unos caramillos silvestres, que por algún motivo ignorado me parecía inquietante e incluso amenazador.»(35)



El título de la novela se refiere particularmente a la gigantesca cordillera donde se hallan las colosales ruinas de las ciudades de los Antiguos, una región de alturas imposibles de alcanzar por la mente y los sentidos de un hombre normal y donde lo asombroso es la regla. Adentrarse en aquellos lugares significa penetrar en el subconsciente; eterno océano cósmico de arquetipos: «Era como si aquellos chapiteles de pesadilla constituyeran el umbral que daba paso a prohibidas esferas de ensueño, a complejos abismos de tiempo, espacio y ultradimensionalidad remotos.»(36)

La arquitectura lovecraftiana es un concepto desafiante y atrevido que tiende a llevar los sentidos a su máximo nivel de resistencia; justo hasta el punto en que la tensión es casi insoportable y terminarán por precipitarse en la obscuridad de un vacío sin sensaciones. Este rasgo tan personal de su estilo narrativo, lo hallamos en varios de sus más sobresalientes relatos; a saber, El llamado de Cthulhu, La Ciudad sin Nombre y Las Sueños en la Casa de la Bruja. En todos éstos, lo titánico y lo grandioso es la esencia del contenido narrativo. Ante esos edificios formidables y esas esculturas anormales e inquietantes, el hombre debe comprender que no es más que un pequeño átomo, una criatura insignificante que cree conocer los secretos de la inmensidad del espacio interestelar y la de vida, cuando en realidad no pasa de ser un ignorante, un zafio, que flota en un ancho mar de conceptos irrelevantes, creados para hacer más llevadera su existencia.

Aquellos exploradores de la fría Antártica, sentirán esta ominosa sensación de insignificancia, y entre aquellos que poseen un nivel más alto de comprensión, como es el caso de Danforth, enloquecerán. Al final serán ahogados por la terrible inmensidad y la devastadora opresión de la soledad en las turbulentas aguas de la locura.

Otro elemento de horror es el misterioso grito que ya habíamos mencionado en el apartado dedicado a Edgar Allan Poe. Sí, el temible Tekeli-li! Las palabras de Poe se transforman por medio de la magia de Lovecraft en el pájaro que avisa la muerte, el misterio cargado de amenazas. Pues es el encuentro con el horror más terrible, es la voz misma de los Shoggoths. Danforth que conocía la obra de Poe, dirá «que estaba interesado debido al escenario antártico de la única novela larga de Poe: la desconcertante y enigmática Arthur Gordon Pym.»(37) Como vemos, otra vez la literatura de Poe es el punto de partida de autores posteriores, como Serrano y Lovecraft. En efecto, Poe es la Llave.

Señalados algunos aspectos primordiales de la novela de Lovecraft, revisaremos a continuación de manera detenida las claves del misterio de la Antártica que se encuentran en ésta.

La primera clave, que nos ayudará en la comprensión de aspectos un tanto obscuros en las obras de los otros dos autores, es aquella que señala a la Antártica como el lugar donde hicieron su entrada los Antiguos. El Polo Sur es la Puerta. Desde allí las huestes luciferinas ascenderán hacia el Polo Norte, hacia la mítica Hiperbórea, en un camino de representación de la ascesis esotérica por los distintos chakras corporales y que es la vía de toma del poder divino, precisamente lo que el Demiurgo castigó. Serrano en

un entrevista dijo: «La Tierra es un astro, un ser vivo, que está aquí, que tiene sus distintos órganos, y la parte correspondiente al sur del mundo, y al Polo, corresponde a los órganos sexuales.»(38) Estos datos nos permiten entender porqué el cristianismo ha sido tan reticente al poder sexual y a la energía que de él deriva. Esto se debe, como vimos recién, a la relación existente entre energía sexual y Lucifer. Sin embargo, una alquimia espiritual ha de facultarnos el trascender el plano de la energía sexual pura (el orgón de Wilhelm Reich) para transformarla en energía del Espíritu, aquello que nos llevará a ese estado de plenitud.

El Polo Sur -que es el sexo del mundo- es la guarida de los Antiguos. Y aunque hayan ocupado también otros territorios, volverán allí a construir sus ciudades. René Guénon, en una crítica a la interpretación de Eliphas Levi sobre el Infierno de Dante, dice: «Esto es cierto en un sentido, puesto que el monte del Purgatorio se formó, en el hemisferio austral, con los materiales arrojados del seno de la tierra cuando la caída de Lucifer cavó el abismo.»(39) ¿Podemos afirmar, entonces, que el monte del Purgatorio era la Meseta de Leng de la que nos habla El Necronomicon?

Esta intuición de Lovecraft para reconocer al Polo Sur como Puerta y Guarida de los Antiguos, puede probar lo que muchos piensan sobre él: era un iniciado en el esoterismo. Sin embargo, creemos que su despertar no lo bebería a las generosas fuentes de alguna hermandad secreta, si no a su poderosa intuición que fue haciéndose lúcida a través de sus lecturas y a la justa interpretación de los mensajes que le llegaban del mundo de sus sueños.

La segunda clave, revela que el viaje externo realizado por los hombres del Arkham y el Miskatonic (los barcos que transportan a los exploradores de la Antártica) es también un viaje interior. En efecto, ellos deben enfrentarse con los Cinco Elementos para llegar al Centro del Laberinto. Esta lucha nos recuerda la inmortal Divina Comedia, de Dante. Ambos textos describen muy bien las etapas del camino iniciático. Difieren, eso sí, en que en los expedicionarios de la Universidad del Miskatonic no resuelven el enigma de la Esfinge y se precipitan en el Infierno, para sufrir para siempre en su pestilencia.

El viaje hacia el Centro del Sur, el Polo Sur, es la senda conductora al Centro del Mundo Inconsciente. De allí su dificultad: verse arrastrado en las turbulentas aguas de los sueños, de los miedos y de los traumas. Esta turbadora realidad ha quedado representada en las páginas finales de la novela, escenas que transcurren en vertiginosos laberintos bajo tierra, sitios donde serán descubiertos el narrador y el joven Danforth por un Shoggoth, el cual viene a significar al Minotauro, el guardián del Laberinto.

El Laberinto requiere de especial atención, porque ocupa un lugar de preferencia en la narrativa lovecraftiana, verbigracia: "En los Muros de Eryx", "Encerrado con los Faraones", "La Bestia de la Gruta", "Las Ratas de las Paredes", "Horror en Red Hook". En todos estos relatos siempre hallaremos una imagen del Laberinto y sus moradores. Es probable que el mayor número de semejanzas entre los relatos de Lovecraft puedan ser halladas en la novela antártica y en La Bestia de la Gruta. En ambos relatos el Laberinto tiene la forma de una caverna(40) o si se quiere, una profunda hendidura en la tierra. Por lo general se asocia a la caverna como la morada de nuestros primitivos antepasados, pero además posee otro significado más justo: es el recinto donde se realiza la iniciación. «... La caverna debe formar un todo completo y contener en sí misma la representación del ciclo tanto como de la tierra.»(41) Es el lugar de la muerte y de la resurrección.

Con respecto al Laberinto, un principio fundamental es la selección: No cualquiera debe entrar allí. Es una de las pruebas finales, aquella que mide las destrezas adquiridas en el largo camino de la ascesis gnóstica. Es la última partida de ajedrez, en la cual uno se enfrenta con un enemigo que sigue nuestro avance y que nos conoce. Es el enfrentamiento contra el más terrible de nosotros: El Monstruo.

Los Antiguos, como su nombre lo indica, son la representación viva del mundo pasado, en el principio del tiempo, son la imagen de aquello que halla en lo más recóndito de nuestra mente. Los Shoggoths son la degeneración de lo antiguo, lo imperfecto o que se halla sometido a un proceso de cambio constante. El Blanco -la gran llave del misterio antártico- es lo intocable, lo virginal y prohibido. El Viento corresponde a aquello que es intangible, pero que sin embargo existe, los murmullos de los otros. El grito Tekeli-li! es lo terrible que se dice y repite, una y otra vez. Las titánicas construcciones pétreas, es aquello que aunque no tiene objetivo ocupa un lugar en la mente; es un estorbo, una inútil ruina que debemos dejar de lado. Y el nefando Necronomicón es el lugar donde todos estos elementos toman la forma terrible de la leyenda, que se perpetúa más allá de los eones y de las generaciones, llevando consigo el mensajes de los antepasados.

Desde esta perspectiva, se puede decir que el narrador prohibe, en términos de una advertencia, la explotación y explotación de la Antártica para señalar, en realidad, que nadie debe atravesar el mundo de lo inconsciente sino está preparado, pues podría no regresar.

La interpretación que hemos hecho podrá semejarse al psicoanálisis a los ojos de algunos. Pero no es así, por cuanto toda técnica psicológica está limitada por un visión y, un pensamiento parcelados y muy distantes de todo origen o fuente primera; por tanto, nada más alejado de un esfuerzo por lograr una visión tradicional, que se caracteriza por el totalitarismo, o sea, que intenta ubicarse fuera de todo punto de vista: en el centro mismo del Centro. Entonces se trata de entender el sentido oculto de esta novela desde la interpretación tradicional de René Guénon y de Evola, pues sólo una filosofía tradicional nos permite hacer una comparación esotérica de obra de Lovecraft respecto a la obra de otros autores. Algunos de ellos poseedores de un sólido conocimiento de la Tradición y otros ignorantes de esta misma

Filosofía: no hace falta más que leerlos para darse cuenta quienes son los unos, y quienes, los otros.



EL ENCUENTRO DE TRES GIGANTES.

Los textos que hemos revisado están relacionados - sin duda- por un mismo tema y por un escenario único. Hemos comprobado que el pensamiento de estos tres autores, coincide merced a una causalidad interna que no es fácil de descifrar, pero que responde a un sincronismo universal y a las fuentes únicas de cuyas aguas ellos han bebido.

Una vez concluido este viaje a la Antártica creemos que es conveniente sentarnos en compañía del aristócrata Edgar Allan Poe, de rostro lívido y frente amplia, y del gran Miguel Serrano, un adepto del Amor Mágico. Junto a ellos está cómodamente sentado uno los hombres más lúcidos del siglo, Howard Phillips Lovecraft. Si nos acercamos y compartimos su conversación, podremos oír maravillosas historias de gigantes blancos, del Hohue y de los Antiguos. Y si agudizamos más el oído oiremos todos un fino susurro, un bisbiseo que proviene, sin lugar a dudas, de los fríos mares antárticos.



© SERGIO FRITZ ROA

sergio_fritz@yahoo.com



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NOTAS:

1 Podríamos haber incluido en esta revisión al escritor Jules Verne y su novela "La Esfinge de los Hielos", pretendida continuación de "Narración de Arthur Gordon Pym". Sin embargo, esta obra no es en casi nada fiel a Poe, y tampoco contiene aquel ingrediente esotérico que nos ha permitido unir a los autores de este estudio.

2 Poe, Edgar Allan. Narración de Arthur Gordon Pym. Sexta edición, Alianza Editorial . Madrid. 1986 pág. 210.

3 Para este estudio sobre el significado del Blanco he utilizado el texto de René Guénon "Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada". Eudeba. Buenos Aires. 1988. 419 págs. Se ha consultado, especialmente el capítulo titulado "El blanco y el negro", págs. 264-266.

4 Guénon, René. Op. Cit. Pág. 265.

5 Melville, Herman. Moby Dick o la Ballena Asesina. España. Ramón Sopena, 1974. Pág 159.

6 Poe, Edgar Allan, Op. Cit Pág, 210

7 Ver prólogo de Julio Cortázar para el texto de Poe que estamos revisando, especialmente es la página 11 y 12.

8 Poe, Edgar Allan. Op. Cit. Pág. 12. El pensamiento racista de Poe está asociado con una posición muy crítica contra la democracia. «Odiaba a la Turba y despreciaba la democracia» señala Ferrari y Baudelaire, en el prólogo de Nuevas Narraciones Extraordinarias, de E.A. Poe (Editorial Juventud, España), citarán un pensamiento que revela la filosofía política de Poe: «El pueblo no tiene nada que ver con las leyes, si no es obedecerlas.»

9 Ver los diarios chilenos de 1955, especialmente "La Tercera de la Hora" del 19 de junio de 1955 y del 4 de febrero de 1968.

10 Revista Planeta Nº1. Argentina. Septiembre/Octubre. 1964 Pág. 89.

11 Baudelaire. Op. Cit. Pág. 58

12 Ferrari, Santiago E.A. Poe, Genio Narrador. Editorial Poseidón.

Argentina. 1946. Pág. 16.

13 Ferrari, Santiago Op Cit. Pág, 16.

14 Ciudad de los Césares. Nº18. Ver el artículo Manú: Por el Hombre que Vendrá, de Erwin Roberson.

15 Serrano, Miguel. La Antártica y otros Mitos. Imprenta El Esfuerzo.

Chile 1948. Pág. 28.

16 Serrano, Miguel. Op. Cit. Pág. 28.

17 Serrano, Miguel. Op. Cit. Pág. 25.

18 Serrano, Miguel. Op. Cit. Pág. 20.

19 Serrano, Miguel. Op. Cit. Pág. 20.

20 Serrano, Miguel. Op. Cit. Pág. 20.

21 Citado por Marco Paredes en El Mito en La Obra de H. P. Lovecraft, págs. 26-29 de la revista Entreguerras Nº9. Santiago. Primavera de 1994.

22 Lovecraft. H. P. En las Montañas de la Locura en Obras Escogidas de Lovecraft Primera selección. Ediciones Acervo. España. 1956 Pág. 195

23 Lovecraft, H. P Op. Cot. Pág. 198.

24 Recuérdese la Tierra Media de Tolkien, ¿coincidencia? Imposible, porque las coincidencias no existen.

25 Ver en la revista española Hespérides (N°?)el artículo de Jean Haudry Lingüística y Tradición Indo-Europea.

26 Serrano, Miguel. Quien llama en los Hielos en Trilogía de la búsqueda en el Mundo Exterior, Pág. 201.

27 Serrano, Miguel. Op.Cit. Pág. 204.

28 Poe, Edgar Allan. Op. Cit. Prólogo de Julio Cortázar, pág. 11.

29 Serrano, Miguel Opc. Pág. 264-

30 Lovecraft, H. P. Hongos de Yuggoth Pág. 47.

31 Sprague de Camp, L. Lovecraft. Una Biografía. Valdemar Editores. España. 1992 Pág. 293.

32 Lovecraft, H. P. En las montañas di la Locura. Pág. 196.

33 Lovecraft, H. P. Op. Cit. Pág. 125.

34 Ver Mundo Desconocido. España. Abril de 1981, página 133 Artículo de Ángela Carter, "Lovecraft y su Paisaje", incluido en el estudio sobre El Necronomicón.

35 Lovecraft, H. P. En Las montañas de la Locura Pág. 124.

36 Lovecraft, H. P. Op. Cit. Pág. 152.

37 Lovecraft, H. P. Op. Cit. Pág. 125,

38 Ciudad de los Césares Nº 13. Ver el artículo Miguel Serrano: El Peregrino de la Gran Ansia. Pág 12.

39 Guénon, René. El Esoterismo de Dante. Editorial Dédalo. Argentina. 1976, Pág

40 Guénon, René. Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Eudeba. Buenos Aires, 1988. Págs..173-180.

41 Guénon, René. Op. Cit. Pág. 176.

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©SERGIO FRITZ ROA (publicado por primera vez en Ciudad de los Césares, N°47, Octubre-Diciembre de 1997, Chile)

Prohibida la reproducción de este trabajo, sin permiso del autor.

lunes, septiembre 18, 2006

Un centro tradicional en América del Sur (Sergio Fritz Roa)



“La conclusión a sacar de estas consideraciones es que hay tantas <> particulares cono formas tradicionales regulares existen, puesto que representan los centros espirituales que corresponden respectivamente a esas diferentes formas; pero, si el mismo simbolismo se aplica uniformemente a todas esas <>, es que esos centros espirituales tienen todos una constitución análoga, y a menudo hasta en los detalles más precisos, porque son otras tantas imágenes de un mismo centro único y supremo, que es verdadera y únicamente el <> pero del que toman sus atributos, participando de su naturaleza por una comunicación directa en la cual reside la ortodoxia tradicional, y representándolo efectivamente de una forma más o menos exterior para tiempos y lugares determinados”.
(René Guénon) (1)


Lo sagrado no sólo penetra al hombre con su Luz; sino que lo hace con todo lo existente. Tal cualidad es propia de la inmanencia divina. Y así es como existen lugares que a la vez que son receptáculos de dicha cualidad vivificante, son también verdaderos chakras (2) de la Tierra; es decir centros emisores de una energía superior que alimenta nuestro mundo.

El Oriente conoce de ciudades sacras como Jerusalem, Lhasa y La Meca. El Occidente: Santiago de Compostela, Montsegur y Vaticano, por solo mencionar algunos ejemplos. Estos son “centros espirituales visibles”, y, por tanto, accesibles a cualquiera. Y, sin embargo, sabemos de otros centros, de entidad semejante pero más profunda a la de los anteriores lugares, que se han hecho “invisibles” para la gran mayoría de los mortales, dado el acelerado proceso de involución de nuestra humanidad (3). El caso de Aggharta es célebre. En América parece haber varios: Las Siete Ciudades de Cíbola (México), Eldorado (países del Caribe y Perú), el Pueblo de Mbororé (Brasil) y la Ciudad de los Césares (Chile y Argentina).

El presente ensayo trata exclusivamente este último refugio de Paz.
*
EL MITO

La leyenda enseña que la Ciudad de los Césares (también conocida como Ciudad Encantada, Enlil y Ciudad Errante) es un poblado que se encuentra en algún lugar del sur de Chile o Argentina, en una región maravillosa denominada Trapalanda, siendo sus casas de oro, sus calles tan anchas como las de las urbes españolas, y sus habitantes hombres blancos que conocen la inmortalidad. Dicha fortaleza se hará visible a la totalidad de las personas el día del Juicio Final.

Según una versión recogida por Oreste Plath, la Ciudad se encontraría próxima al lago Ranco, en el sur de Chile, agregando el eminente folklorista que sus edificios "son de plata y oro, con jardines y árboles frutales, y es regida por las más sabias leyes. En ella se encuentran todas las delicias y felicidades posibles" (4). Tales características pueden hacernos rememorar un lugar como el Edén, o quizá la Jerusalem Celeste. De todas formas, tal como dice René Guénon en las frases citadas al inicio del actual ensayo, estos misteriosos centros aunque varíen unos de otros en cuanto a ciertas particularidades - dadas obviamente por los factores tiempo y lugar - poseen los mismas rasgos ontológicos centrales.

Es curioso el nombre Ciudad de los Césares, pues aunque los historiadores nos digan que tal denominación se debe al hecho que el jefe del grupo español que partió en 1529 desde el Río de la Plata y cuyo objetivo aparente consistía en hallar riquezas en el cono sur americano era Francisco César - de donde sus catorce compañeros devienen con los años en "césares" -, no puede dejar de llamar la atención la raíz románica del vocablo empleado. El término "césares" hace alusión a un distintivo solar y por tanto jerárquico, un título de honor conocido en la Roma Imperial.

Una lectura esotérica del mito nos permitirá ver en los acompañantes de Francisco César a caballeros de una Orden, guardianes de los más grandes secretos de su ciudadela. El mismo Francisco César se nos presenta como el líder espiritual de tal núcleo tradicional. La historia indica que habrían partido desde el Río de la Plata, finalizando la expedición en un lugar en que hay oro en abundancia, donde se harán inmortales... Las vinculaciones alquímicas de esta leyenda son notorias: se describe una Vía Húmeda (lo cual es demostrable dada la referencia a un río, el "Río de la Plata") donde la materia prima es la plata (la Luna de la que nos hablan los Hijos de Hermes) (5) - el segundo metal más perfecto para los antiguos - y cuyo fin es el Oro de los Sabios, del cual se extrae la Medicina Universal, de la que emanan, como enseña Fulcanelli, tres medicinas. Una de ellas, la inmortalidad.

Pero es concebible que el mito de los Césares sea más antiguo que el viaje de Francisco César. Y quizá ni siquiera se circunscriba a las leyes del tiempo, siendo entonces "atemporal". Es factible; pues lo que es perenne no conoce origen ni fin.


LOS HOMBRES

Los habitantes de la Ciudad son blancos, y más específicamente, rubios. En varias versiones de la leyenda, el jefe es denominado "Rey Blanco", a quien podríamos ver como un símbolo austral del Rey del Mundo (6) . "Por su parte el jesuita José Quiroga, escribía el 11 de agosto de 1746 al Gobernador y capitán General de Buenos Aires, "sobre el descubrimiento de las Tierras Patagónicas en lo que toca a los Césares", citando el caso de una cautiva que, llevada a las lejanas regiones del Sudoeste, encontró unas casas con gentes blancas y rubias que le parecieron españoles, pero que no la entendieron cuando les habló castellano" (7).

El hecho que los habitantes de la Ciudad sean blancos no significa necesariamente que sean españoles. Ya lo dice la prisionera, quien habló en castellano con los moradores de la áurea ciudad, y a quien no entendieron. ¿Eran entonces holandeses o ingleses? No hay argumentos suficientes para creerlo. Además, los relatos de los aborígenes americanos suelen mencionar que su religión había sido dada por un hombre blanco, portador de la Cruz... lo que habría ocurrido cientos de años antes de la llegada de Colón. Viracoha, Quetzacoatl, Pay Zumé, Thunupa, son algunos de los nombres con que se conoció en el continente americano a este profeta o apóstol (8).

Los hombres de la Ciudad son inmortales. Viven bajo leyes que son prueba de una justicia "no humana", o al menos no moderna; lo que debemos entender como normas y reglas dictadas en conformidad a principios superiores, en concordancia con los planes de Dios.

"Sus habitantes son altos, rubios y con barba larga. Hablan una lengua extraña, aunque en algunas versiones es el español. Se dedican al ocio, y no tienen enfermedades. O son inmortales o solo mueren de viejos. Algunos dicen que son exactamente los mismos que fundaron la ciudad, ya que no nace ni muere nadie en la Ciudad Encantada. Tienen indios a su servicio, y algunos custodian el camino que lleva a ella" (9).

Hay quienes han querido ver en los habitantes de la Ciudad a Templarios que huyeron de la persecución a su Orden. "Algunos historiadores contemporáneos especulan que los pobladores de la mítica "Ciudad de los Césares" podrían haber sido caballeros celtas, de la misteriosa Orden del Temple, debido a varios hallazgos arqueológicos, que exportaron a Europa sobre todo la plata que extraían de precarias minas de América" (10). La hipótesis es atractiva. Hemos tenido la suerte de conversar con uno de sus mayores difusores actuales, el argentino Flugerto Martí, quien tomando por base las lecturas del Parzival (del poeta medioeval Wolfram von Eschenbach) y las de Jacques de Mahieu, como recopilando las leyendas locales, ha descubierto en la Patagonia una serie de materiales pétreos de rica simbología, que no parece española, sino que céltica o templaria.

Como bien apunta Francisco Fonck (11), el ciclo del Grial se trasladó a Sudamérica... Pero esto será materia de otro trabajo... Por mientras hagamos presente una tal inquietud, y refirámonos a uno de los símbolos más ligados a la Ciudad Errante o Enlil: el Oro.


EL METAL MÁS PRECIOSO

"Tan sólo la iluminación divina les proporcionará la solución del oscuro problema; ¿dónde y cómo obtener ese oro misterioso, cuerpo desconocido susceptible de animar y fecundar el agua, primer elemento de la naturaleza metálica?"

(Fulcanelli) (12)


Entre las muchas interpretaciones que han intentado desentrañar el misterio de la Ciudad de los Césares, ciertamente la dada por Hieromnemon es la más acertada, ya que tiene por sustento los principios y simbología tradicionales: "El oro y la plata son símbolos regios; su abundancia no es expresión de una riqueza material vulgar, sino de una cualidad regia; el nombre mismo de la Ciudad alude también a ésta. Todo el cuadro de sobreabundancia de bienes reproduce, por supuesto, las condiciones de la Edad de Oro" (13). La nobleza del áureo metal es una realidad para todas las comunidades tradicionales. Incluso en nuestros días se lo relaciona con la grandeza, aun cuando el fundamento de dicho sentir sea del todo opuesto al antiguo. En efecto, mientras los pueblos teocráticos ven en dicho metal la sustancia perfecta por antonomasia, muestra nítida de belleza y luz - y por tanto una de las mejores ofrendas a lo Divino -, la sociedad de consumo lo valoriza por su relativa escasez y permanencia. El que hoy es únicamente elemento de lujo, otrora fue un receptáculo del Sol.

La leyenda ha querido resaltar la existencia de muros y objetos cotidianos de oro en la Ciudad a fin que se haga manifiesto y no haya duda posible acerca del carácter real de dicho lugar. Por otra parte, este metal al representar lo luminoso, lo puro, lo radiante, se opone a la oscuridad espiritual en que vivimos.

Así la Ciudad de los Césares deviene en el prototipo de todo centro tradicional; es decir, un lugar donde irradia de forma permanente el rayo de Dios.


UNA CIUDAD QUE DUERME


Llama la atención el anuncio que esta ciudad será vista por todos el día del Juicio Final (14), cuando un ángel lo indique a través del canto triunfal de una trompeta. Esta poderosa idea se encuentra en otras formas tradicionales. Así, en el hinduismo "encontramos el tema de Mahakacypa, que duerme en una montaña, pero que despertará al son de las caracolas, cuando de nuevo se manifieste el principio, aparecido ya en la encarnación de Buda" (15). Un símbolo semejante es el que narran los mapuches - pueblo indígena que habitó y habita aun la zona austral de Chile -, quienes creen que uno de sus ancestros había recibido una Pifulka (instrumento musical de viento), la cual se escuchará al fin de nuestro ciclo. Cuando ello ocurra, la montaña Threng-Threng se elevará de las aguas del diluvio. Sólo siete hombres sobrevivirán. El investigador Dick Edgar Ibarra Grasso, luego de referirse a este mito, señala: "La trompeta mágica, que anuncia el fin del Mundo, estaba igualmente entre los incas, según lo relata más de un cronista" (16).

En Europa encontramos el mito que nos habla del rey Arturo, quien no ha muerto y que por el contrario duerme. Tal hecho se debería a la necesidad de recuperar fuerzas, por lo que el sumo dignatario debe emprender un viaje hacia un centro tradicional calificado. Entre Arturo, los habitantes de la Ciudad de los Césares y los Thuatha - raza de origen celestial que habría poblado Irlanda- hay una vinculación que es un sello hermético; sólo debemos penetrar los símbolos: "En cuanto a los propios thuata, según algunos textos, habrían abandonado el país, asumiendo una forma invisible como habitantes de maravillosos palacios <> o de cavernas montañosas inaccesibles a los hombres, entre los cuales no volvieron a manifestarse, salvo casos excepcionales" (17).

Aunque en las situaciones referidas evocan personas y no lugares, debe indicarse que la comparación no pierde validez, ya que lo ocurrido en el macrocosmo ocurre en el microcosmo, y viceversa. Además en ambos casos rige el mismo principio orientador: el estado de ensueño. La Ciudad de los Césares al tener existencia, conoce del sueño, en el cual permanecerá hasta que llegue la hora del anuncio del despertar. Mientras tanto dicho centro se encuentra y encontrará en aquel estadio que un escritor norteamericano supo muy bien manifestar, indicando con gravedad "que no está muerto lo que eternamente puede yacer y que con extraños eones, incluso la muerte puede fenecer" (18).

René Guénon nuevamente nos dará una luz: "En el periodo actual de nuestro ciclo terrestre, es decir, en el Kali-Yuga, esta <> defendida por <> que la ocultan a miradas profanas asegurando, sin embargo, ciertas relaciones exteriores, en efecto, es invisible, inaccesible, pero sólo para quienes no poseen las cualidades requeridas para entrar allí" (19). ¿Es posible ser más explícitos?


Aunque para muchos Enlil sea invisible, no por esto queda probada su inexistencia; sino que, incluso, lo contrario. Pues, ¿no parece extraño que en la medida que el tiempo avanza, son menos los que dicen haberla visto? Esto solo puede entenderse por la desconexión del hombre moderno de su Centro, es decir de Dios.

Una versión del mito de la Ciudad de los Césares señala que ésta puede verse los Viernes Santo, con lo cual se ha querido acentuar la divinidad de dicho lugar. Pierre Ponsoye en su excelente texto El Islam y el Grial, se refiere a un hecho de importancia primera para esta meditación: "Se recordará que este misterio es evocado bajo las especies de Piedra, venida del Cielo a la Tierra, lugar de las teofanías, cuyo vínculo con su Origen y cuyas virtudes operativas son mantenidos y renovados una vez al año, el Viernes Santo..." (20). Quedan manifiestas dos cosas que son aplicables plenamente a Enlil: Primero, el origen celestial de un tal lugar; y segundo, la concordancia de aquélla con los ciclos cósmicos. Y esto es lógico, pues la ciudad tradicional es un símbolo del universo, que refleja, a través de su disposición espacial como de su arquitectura, las virtudes y ordenación del cosmos. Según Jean Hani, cumple además una labor ritual. Este autor luego de realizar de manera amplia la descripción de ciertos ornamentos y la hermenéutica aplicable, indica: " Nos hemos extendido un poco en estas realizaciones arquitectónicas porque son símbolos muy característicos y gráficos de la concepción tradicional de la realeza y de su función. Agreguemos enseguida que no son un símbolo <>, por decirlo de algún modo, ni meramente de valor sugestivo; hay que insistir en este punto, pues los hombres de hoy están demasiado inclinados a no ver en los símbolos más que imágenes de valor sugestivo o <>, idea totalmente ajena a las culturas tradicionales y a la realidad de las cosas. Las ciudades y palacios simbólicos que hemos evocado tenían valor ritual, y constituían verdaderamente ritos petrificados que autentificaban la función regia" (21).

Para terminar, digamos que la mágica ciudad austral sólo es perceptible a los puros (khátaros), aquellos cuya conducta es fiel al Padre.

¿Estaremos capacitados de recibir Su invitación y recorrer las seguras calles y vislumbrar las casas de oro y los muebles de plata, de la Ciudad de los Césares?


Sergio Fritz Roa
(Santiago de Chile, Junio de 2002)


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NOTAS.
(1) Los guardianes de Tierra Santa. En “Esoterismo cristiano. Dante - El Grial - Los Templarios”, Ediciones Obelisco, Buenos Aires, 1993, p. 39.

(2) No por azar hemos asimilado a estos lugares energéticos con los chakras; pues esta palabra significa “rueda”, y efectivamente tales sitios irradian hacia todas direcciones su influencia espiritual. Como es lógico, según el principio hermético de analogía (identidad macrocosmo - microcosmo) en el cuerpo humano también existen chakras, cada uno dotado de una función y cualidad específicas.

(3) Son los centros espirituales ocultos a los que hicimos referencia en un trabajo anterior, publicado en la revista Bajo los Hielos, y que se encuentra actualmente en Internet: http://www.angelfire.com/zine/BLH/BLH7.html

(4) Geografía del mito y leyenda chilenos, Editorial Nascimiento, Santiago de Chile, 2ª edición, 1983, p. 306.

(5) El alquimista que ocultó su identidad civil bajo el seudónimo Fulcanelli, dice en Las moradas filosofales (Plaza & Janes, S.A. Editores, Barcelona, 5ª. edición, 1977, p. 117): "Se puede así partiendo de un metal próximo al oro - con preferencia la plata-, producir una pequeña cantidad del metal precioso"; para luego describir con todo detalle lo que llama "proceso arquímico", y que es lo que en la jerga alquímica se conoce como un "particular", o sea un procedimiento que no utilizando las reglas del Arte, puede, sin embargo, producir efectos semejantes, pero no iguales, al obtenido por el primero." Mientras el Gran Arte nos conduce al Oro Filosofal, la "Arquimia" (no Alquimia), nos lleva al oro vulgar.

(6) Véase el libro de René Guénon, El Rey del Mundo (Luis Cárcamo, Editor, Madrid, 1987), que arroja importantes datos sobre este asunto. También el capítulo "El simbolismo polar. El Señor de Paz y Justicia" del libro de Julius Evola, Rebelión contra el mundo moderno (Ediciones Heracles, Buenos Aires, 1994)

(7) Citado en La Ciudad de los Césares. El espejismo de los Andes Australes, en Paradigmas N° 6. Colección dirigida por Gustavo Frías, P.Y.E.S.A. Publicidad y Ediciones S.A, Santiago de Chile, 1986.

(8) La presencia de hombres blancos en América antes de la llegada de Cristóbal Colón ha sido estudiada por el francés Jacques de Mahieu - con quien discrepamos su anticristianismo, pero al que reconocemos su esmerada labor de investigación -, autor de numerosas obras, entre las que destacamos: El gran viaje del Dios Sol (Librería Hachette S.A., Buenos Aires, 1976), La agonía del Dios Sol (Librería Hachette S.A, Buenos Aires, 1977) y Colón llegó después (Ediciones Martínez Roca, S.A., Barcelona, 1988). Es de utilidad el libro del chileno Oscar Fonck Sieveking - quien, se nos ha dicho, descendería de uno de los últimos buscadores de la Ciudad de los Césares, Francisco Fonck -: Vikingos y berberiscos (Editora Nacional Gabriela Mistral, Santiago de Chile, 1978).

(9) Martín A. Cagliani. La ciudad encantada de la Patagonia. En: http://webs.sinectis.com.ar/mcagliani/laciudad.htm

(10) Jorge Castañeda. La Ciudad de los Césares. En Río Negro On Line. Sábado 27 de abril de 2002. En: http://www.rionegro.com.ar/arch200204/c27g04.html

(11) Ver Viajes de Fray Francisco Menéndez a la Cordillera, y Viajes de Fray Francisco Menéndez a Nahuelhuapi. Valparaíso, 1896 y 1900, respectivamente.
(12) Fulcanelli, Op. cit., p. 244.

(13) La Ciudad de los Césares entre el mito y la historia. En revista "Ciudad de los Césares", N° 18, Santiago de Chile, 1991, p. 14.

(14) He aquí otra característica de la Ciudad, y que se vincula a un pensamiento escatológico muy cristiano. Sin duda, el día del Juicio Final será el del regreso del Salvador en "gloria y majestad". Mircea Eliade indica: "Para los cristianos el Fin del Mundo procederá a la segunda venida de Cristo y al Juicio Final" (Mito y realidad, Editorial Guadarrama, Barcelona, 3ª. edición, 1978, p. 71). Aclaremos que este "fin del mundo" no es sino el término de un ciclo, y no la efectiva destrucción de nuestro mundo, lo cual parecería desprenderse de una inadecuada lectura del texto citado.

(15) Julius Evola, El misterio del Grial, Plaza y Janés, Barcelona, 1975, p. 61.

(16) Dick Edgar Ibarra Grasso, Cosmogonía y mitología indígena americana, Editorial Kier, Buenos Aires, 1980, p. 260.

(17) Julius Evola, Op. cit., p. 46.

(18) El autor es H.P.Lovecraft, y la cita está tomada de su excelente relato The Call of Cthulhu. Los amantes del simbolismo podrán extraer suficiente material de estudio de las obras de este norteamericano que ha sido comparado con el genio de Edgar Allan Poe.

(19) René Guénon, El Rey del Mundo, Luis Cárcamo, Editor, Madrid, 1987, p. 116.

(20) Pierre Ponsoye, El Islam y el Grial, José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1998, p.59. (Las cursivas en el texto citado son nuestras).

(21) Jean Hani, La realeza sagrada, José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1998, p.60.











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